sábado, abril 14, 2012

Viento de poniente

Cuando los ángeles dejen de llamar con luces vacías,
Y haya un descanso en cada cuerpo abandonado,
vendrá a nuestros ojos la noche desnuda
para dejar flores sobre el felpudo de goma,
para secar ríos de palabras gritadas,
para traer sólo cosechas de fantasmas;
será entonces la hora de los sabores y la espuma,
del sueño repetidamente distinto cada vez,
y cada vez conocido y nuevo.
Habrá en cada árbol un manto dorado y tierno,
telarañas de humo en los caminos de siempre
y una gota de sonrisa en los pájaros que lloran.
Hasta entonces, tendremos que mirar olas amargas
que caerán sin remedio en la arena blanca;
hasta entonces, seguiré aquí mañana,
viento de poniente,
para darle la enhorabuena al sol
por otro día preñado de batallas.

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