miércoles, julio 28, 2010

Un momento para cada cosa

Son las 2:10 am, en este momento en que me siento a escribir acabo de volver del concierto de Joaquín Sabina en Gijón. Lo primero que noto es que la garganta, que llevaba diez días doliéndome, no me duele. ¡Quién me iba a decir a mi que Sabina me iba a curar la garganta! En fin, ya veremos mañana...

Me han venido recuerdos de muchas cosas por muchos motivos: antes del concierto he paseado un poco por Gijón, por recordar viejos tiempos o qué sé yo. Gijón es una ciudad que me da miedo: he sido (o al menos me he sentido) muy grande ahí, me he adueñado de su noche una y otra vez hasta que el alba y la realidad terminaban por imponerse. En Gijón he sido feliz, muy feliz, y me da miedo, porque al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver como dice la canción de El Maestro. ¿Dónde radica el peligro de esa felicidad? Puede que lo peligroso sea darme cuenta de que esa dicha se trate tan solo de una llama pasajera que no encontraré al volver; o puede que de tanto beber de la fuente se acabe secando.

Gijón me despierta la imaginación: si las musas existen, puede que la mía ande revoloteando por ahí, porque siempre que voy a Gijón, vuelvo inspirado. Tal vez también me dé miedo quedarme un día allí y que la musa, veleidosa como sólo ellas son, me acabe por dejar definitivamente. Puede que tenga miedo a matar a la gallina de los huevos de oro, aunque sean de oropel.

Por otro lado... Sabina. Me trae muchas cosas a la cabeza, de muchos días de lírica y noches de excesos, en un torpe intento por emular al Maestro. He tardado bastante en comprender que el genio no está en el fondo de una botella ni tras las curvas sinuosas de la negra noche. Si algo me caracteriza, es que muchas veces no sé cuando parar: así he tenido más de una salida nocturna lamentable, y también más de dos.

Ha sido el comentario de un amigo mío lo que me ha hecho reflexionar sobre todo esto: hablábamos sobre el Sabina de los tiempos de Física y Química, El hombre del traje gris; Yo, mi, me, contigo, y él decía que estaba muy marcado por estos discos y por aquella época, y que el Sabina de ahora no estaba mal pero no es lo que fué. Dijo con estas o parecidas palabras: "es que ahora es más poesía con música, que tienes que interiorizar y entonces dices 'vale, me gusta', no es como aquello que era más claro y te calaba más directamente".

Esto me ha hecho pensar que tal vez si Sabina no es el que fue es porque no tiene que seguir siéndolo, igual que yo no tengo por qué seguir saliendo hasta las tantas tan a menudo como lo hacía años atrás (aunque el que tuvo, retuvo; ya lo demostré en el Carmen), o las visitas a Gijón, que ahora hago con mi novia por motivos de trabajo pero que sigue siendo una experiencia maravillosa, distinta de lo que viví en otros momentos pero tan buena como siempre. Tal vez en la variedad esté el gusto, y tal vez sea cierto que hay un momento para cada cosa.