En una república, ¿quién es el país? ¿Es el gobierno que de momento lleva las riendas? Pero el gobierno es sólo un sirviente temporal; no puede ser su prerrogativa determinar lo que está bien y lo que está mal, y decidir quién es un patriota y quién no. Su función es obedecer órdenes, no originarlas.
¿Quién, entonces, es el país? ¿Es la prensa? ¿Es el púlpito? Eso son sólo partes del país, no el conjunto; no tienen mando, sólo tienen su pequeña parte de mando.En una monarquía, el rey y su familia son el país; en una república, es la voz común del pueblo. Cada uno de vosotros, por sí mismo, por sí mismo y por su propia responsabilidad, debe hablar.
Es una responsabilidad solemne y pesada, y que no se puede rechazar a la ligera por la intimidación del púlpito, la prensa, el gobierno o los lemas vacíos de los políticos. Cada uno debe decidir por sí mismo qué está bien y qué está mal, y qué rumbo es patriótico y cuál no. No puedes eludir eso y ser un hombre. Decidir contra tus convicciones es ser un traidor completo e inexcusable, tanto a ti como a tu país, aunque los hombres te etiqueten como quieran.
Si tú solo entre toda tu nación decidieras de una forma, y esa forma fuera la correcta según tu idea de lo que es correcto, habrás cumplido con tu obligación hacia tí mismo y tu país. Levanta la cabeza, no tienes nada de qué avergonzarte.
No importa lo que diga la prensa. No importa lo que digan los políticos o las masas. No importa si todo el país decide que algo malo es algo bueno. Esta nación se fundó sobre un principio por encima de todos: la exigencia de que nos levantemos por lo que creemos, sin importar el riesgo o las consecuencias.
Así, cuando las masas y la prensa y el mundo entero te dice que te muevas, tu trabajo es plantarte como un árbol junto al Río de la Verdad y decirle al mundo entero: "no, muévete tú".
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