viernes, febrero 01, 2008

Discriminaciones indiscriminadas

Discriminación positiva. Con este oxímoron se alude a un favoritismo basado en el sexo.

Empecemos diciendo que sí, que desde algún punto de vista toda discriminación es positiva: no contratar a modelos de la talla 40 favorece a las modelos de talla 34; impedir que las parejas homosexuales adopten niños impide que los niños adoptados se hagan también homosexuales (mucho mejor es dejar que se mueran de hambre, donde va a parar); la banda de cabezas rapadas que matan a golpes a los inmigrantes favorecen al parado español, quitándole de enmedio a la competencia...

¿Exagero? Tal vez, pero es esta una estupidez que me pone de mal humor. Esto, en teoría, permite que las mujeres tengan una leve preferencia respecto a los hombres, como una especie de compensación a la discriminación que en el pasado las mujeres han venido recibiendo por parte de los hombres. Es decir, que las mujeres de hoy tendrían una leve preferencia sobre los hombres de hoy en compensación a la discriminación que las mujeres de épocas pasadas han recibido por parte de los hombre de épocas pasadas. Lamentable.

De esta animalada hay varios ejemplos, uno de los más cercanos se encuentra en la facultad de humanidades de la Universidad de Oviedo, particularmente en el departamento de filología anglogermánica y francesa. Un ejemplo: en la asignatura llave de primer curso de filología inglesa llamada "comentario de textos literarios ingleses del siglo XX" se estudian un total de 10 escritores, 8 de ellos mujeres. Me remonto a la época en que yo estudiaba esta carrera, y al momento en que la por entonces profesora Carolina Fernández explicaba este desequilibrio como "una compensación, por ejemplo en las colecciones de las 100 mejores novelas de la historia solo hay dos escritas por mujeres". Creo que no soy demasiado exigente cuando digo que una asignatura llamada "comentario de textos literarios ingleses del siglo XX" debería contener los textos más representativos de aquella época y de aquel país (especialmente tratándose de una asignatura llave, es decir, una asignatura que es obligatorio aprobar para poder acceder a otras asignaturas de cursos superiores, concretamente a las literaturas). El hecho es que no había suficientes escritoras inglesas del siglo XX para el temario, así que para rellenar se metió a Kate Chopin, una autora del siglo XIX; y a Katherine Mansfield, ésta sí perteneciente al siglo XX pero no de nacionalidad inglesa sino neozelandesa. Así, tenemos alumnos hombres, profesores hombres y escritores hombres positivamente discriminados.

Como argumento esgrimido a favor de la discriminación positiva tenemos a quienes hablan de ella como "un medio de compensación, para dar a la mujer aquellos privilegios de los que el hombre se adueñó en exclusiva". Yo, sin embargo, no lo veo claro: para mí, la compensación bien entendida consiste en subsanar la conducta errónea del pasado con una conducta correcta en el presente y de cara a l futuro, no con la misma conducta errónea a la inversa. Habrá quien, en un alarde de intoxicación lírica y romántica diga que si no se da la vuelta a la tortilla se quemará, pero tampoco creo que las relaciones humanas funcionen así.

Y no lo creo por una razón muy simple: porque, para mí, no hay más diferencias entre hombres y mujeres que las físicas. Es lo que creo, y es lo que veo; que somos igual de miserables, de cobardes, de humanos en definitiva. Puede que haya alguna diferencia en el estilo de ser mezquinos, pero poco más. En suma somos iguales mujeres y hombres, y las discriminaciones me dan asco. La igualdad en los derechos y deberes, en las oportunidades y en las restricciones no ha de ser discriminatoria, y sí positiva para todos.

No hay comentarios: